jueves, 15 de febrero de 2018

ARTÍCULO: EL LIDERAZGO DE FIRMES Y REALES CONVICCIONES

Por César Sánchez Martínez

Una de las características del liderazgo es que el líder debe tener firmes y reales convicciones. ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué es lo que motiva a un líder? Cuando hablamos de convicciones es referirnos a la integralidad de la persona. No siempre a un líder lo motiva el querer hacer lo correcto. En estos tiempos cambiantes, donde lo único absoluto es el cambio mismo, la relatividad juega un rol muy importante en la sociedad. Cuando la integridad es la base del liderazgo, apreciaremos que la actitud del líder se reflejará en su estilo de vida frente a los diversos hechos que se presentan. La persona debe tener firmes convicciones para no dejarse llevar por comentarios e influencias ajenas. Lo real es lo que existe y, por lo tanto, eso se debe reflejar en la toma de decisiones y posturas que adopta el líder.
Es notorio cuando una persona que está en un puesto de autoridad se deja llevar por cualquier sugerencia, comentario o consejo de los demás. Cualquier viento la puede llevar hacia posiciones erróneas.
El tener posiciones firmes la mantienen en los principios y valores que alimentaron sus creencias y sus conocimientos. Una persona que desde niño le enseñaron a respetar a los demás, lo hará también cuando fuera mayor. El líder no debe cambiar de opinión de acuerdo a las circunstancias. Por eso decimos que el buen líder motiva con su ejemplo y servicio. En la actualidad hay muchos modelos de liderazgo, pero aquel que deja huella, que transciende, definitivamente es el liderazgo del servicio. El adagio popular dice: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Cuánta razón hay en el dicho popular.
Tener firmes y reales convicciones es creer o hacer cosas que los “otros”, incluyendo a las mayorías, hagan cosas que el líder no lo haría con otras. Nadie debe dejarse llevar por comentarios, peor aún, si éstos no han sido comprobados.
Suscribimos que el liderazgo no es algo que se adquiere por naturaleza y viene con la persona, es algo que se aprende en el camino. Una persona puede nacer con ciertas habilidades que podrán hacer más fácil el aprendizaje, pero hay que aprenderlo. Nadie nace honesto, generoso y servicial, esas virtudes se aprenden y se forjan en el hogar.
Cuando un “líder” se deja llevar por prejuicios o comentarios de terceros, no sólo daña la vida de los otros, sino también su propia vida. En el liderazgo de firmes y reales convicciones, la persona siempre tiene un proyecto en la mente, pero al mismo tiempo, una visión de lo que quiere que sea el proyecto. También, si se equivoca, sabe lo que tiene que hacer.
Un líder con convicciones sabe qué hacer cuando se equivoca. No siempre una “disculpa” es válida. Por encima de todo está el “perdón”. Perdonar implica olvidar. Algunas veces he escuchado la frase: “Yo perdono, pero no olvido”. Eso en la vida significa no haber perdonado. Precisamente, perdonar es olvidar.
Para el líder con convicciones, su palabra vale. Ahora que se ha perdido tantos valores y principios morales, surge la necesidad de encontrar hombres y mujeres con fibras morales inamovibles. La palabra vale y se debe cumplir lo que se promete y ser responsable con lo que se ha dicho.
El liderazgo en el presente siglo es un conjunto de virtudes y actitudes que se aprenden para influenciar positivamente en las personas, superar limitaciones y alcanzar retos en los tiempos señalados.
Desde esta perspectiva, el liderazgo es algo especial que influencia en los demás. El liderazgo no es un estilo foráneo que se adopta, ni frases que se aprenden. Está impregnado en la persona misma y relacionada con su carácter y su estilo de vida. Es natural. El liderazgo está basado en el ejemplo, por un lado, y en el servicio por el otro.
Un verdadero líder está al servicio de los demás. En realidad, es un servidor. Los buenos y exitosos generales no son los que desarrollan una excelente estrategia de guerra para la victoria en un gabinete o escritorio, sino aquellos que van al frente de su tropa y el pelotón lo sigue, dándose en “alma, cuerpo y vida”, porque su general y líder está adelante. Obviamente que hay diversas estrategias y tácticas, pero el líder va adelante dando el ejemplo y está al servicio de todos.
El verdadero líder sabe lo que significa: “Gracias”, “Perdóname”, “Por favor”, “Me equivoqué” y “No lo sé”. También asume su responsabilidad cuando debe hacerlo y deja que los demás le ayuden, reconociendo sus limitaciones.
Al líder no lo hace el estatus social, jefatura, fama y menos el dinero. El líder está al servicio de los demás y es el ejemplo a seguir. El verdadero liderazgo implica el servicio hacia los demás. Es decir, sacrificio para ser comprendido y entrega desinteresada, sin esperar nada a cambio.
El líder debe tener un corazón de siervo, de uno que está al servicio de los demás. Cuando en las organizaciones los colaboradores ven a su gerente o jefe al servicio de los demás, éste último tendrá siempre el respaldo de los trabajadores, quienes no sólo seguirán su ejemplo, sino que tendrá también la ayuda de ellos.
Ninguna persona que tiene una “doble vida” puede ser un excelente líder. La gente tiene que ver en la vida del líder, el ejemplo a seguir y a la persona que le gustaría imitar. Una persona que se autoproclama y se “marketea”, puede ser muy conocida, pero líder nunca lo será. El liderazgo va acompañado del estilo de vida que tiene.

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